Ojala lleguen a donde van, ojala lleguen todos

[El Kebir]

En Lucena me reencontre con antiguos amigos y conocidos, y uno de ellos me recordo mis alusiones a Perez Reverte y sus articulos, y hoy revisando algunos me encontre con este y os lo dedico a todos vosotros, especialmente a aquellos que aun siguen teniendo ese espiritu dieciochoañero sobre la moto.DOS CHICOS Y UNA MOTO Es de noche y llueve desde hace unos minutos sobre la sinuosa carretera de Madrid al Escorial. Clap, clap, clap, hacen los limpiaparabrisas mientras conduzco con precaución. Es sábado por la noche, el tráfico de subida hacia la sierra es intenso, y las gotas de agua y el asfalto mojado reflejan destellos de faros. Al salir de una curva, los míos iluminan a dos chicos jóvenes montados en una motillo. Van inclinados hacia delante bajo la lluvia, con los cascos puestos y pegados al lado derecho de la carretera, mientras los coches pasan cerca, salpicándolos con turbonadas de agua. Es zona de urbanizaciones, la moto es pequeña, y al dar la luz larga confirmo que los chicos deben de tener diecisiete o dieciocho años y no van equipados para la carretera. Se trata, deduzco, de dos muchachos haciendo un trayecto corto. Seguramente viven en las cercanías y se dirigen a casa de un amigo, o a uno de los multicines o complejos recreativos próximos. El aguacero los sorprendió subiendo el puerto, y avanzan lo mejor que pueden, pegado el que va de paquete a la espalda del compañero, con la resolución insensata y valerosa de su extrema juventud. Jugándose literalmente la vida a las diez de la noche, a oscuras en una carretera, bajo la lluvia, para llegar a tiempo a la cita con los compañeros de clase, la pandilla de amigos –palabra mágica– o el par de chicas con las que están citados en la hamburguesería o el cine. Y mientras, disponiéndome a adelantarlos, pongo el intermitente a la izquierda para advertir de su presencia a los coches que vienen detrás de mí, pienso que no me gustaría ser hoy la madre o el padre que vieron salir a esos chicos de casa, oyeron el tubo de escape de la moto alejándose, y ahora escuchan golpear la lluvia en los cristales. Sin duda me hago viejo, pienso. Demasiado. Por alguna extraña razón, esos dos muchachos en la motillo, tozudamente inclinados hacia delante bajo la lluvia, me remueven los adentros. Hace demasiado tiempo que dejé atrás líneas de sombra y demás parafernalia moza; pero aún recuerdo lo que puede sentirse a lomos de una moto que avanza trazando curvas en la oscuridad, impulsado, como esa pareja de frágiles jinetes nocturnos, por la amistad, el amor, el deseo de aventura, la irreflexiva osadía de la juventud firme, arriesgada, segura. Y es noche de sábado, nada menos. El tiempo que hay por delante está preñado de promesas. No hay lluvia, ni carretera negra, ni turbonadas de agua pulverizada al paso de coches indiferentes que enfríe el entusiasmo de dos jóvenes de diecipocos años que cabalgan resueltos a zambullirse expectantes, gozosos, en cuanto los aguarda. En la plena vida. Tal vez, mientras la lluvia azota las viseras bajadas de sus cascos y el agua les empapa cazadoras y pantalones, presienten la música que oirán dentro de un rato, oyen la risa leal de los amigos, ven ante sí los ojos de muchachas que esta noche los mirarán a los ojos para confirmarles que el mundo es un lugar maravilloso. Quizá porque van al encuentro de todo eso los dos chicos siguen adelante sin arredrarse, con su pequeña moto. Son jóvenes, sufridos, valientes. Y se creen eternos. Inmortales. Mientras paso a su lado, adelantándolos entre turbonadas de lluvia, los miro de soslayo y les deseo suerte. Ojalá, pareja de impávidos pardillos, lleguéis sanos y salvos allí a donde os dirijáis, y el calor de los amigos os seque las ropas mojadas, la piel fría y las manos heladas. Que valga la pena lo que estáis pasando. Que la hamburguesa esté en su punto, la cocacola lo bastante fría, las palomitas crujan, la película sea tan buena como os dijeron, la chica sonría como esperáis y se deje besar esta noche por fin, o bien os acometa y bese ella, que tanto monta. Que podáis volver a casa sobre un asfalto seco y con la gasolina suficiente para que la motillo no os deje tirados, y que los padres que ahora miran angustiados el reloj sientan el inmenso alivio de oír abrirse la puerta de la calle o vuestros pasos en el pasillo al regresar. Que todo eso os pertenezca para siempre, y que esta valerosa determinación, dos muchachos solos en la noche subiendo un puerto peligroso, inclinados tenazmente bajo la lluvia, no os abandone nunca en otras carreteras. Amén. Con tales pensamientos termino de adelantar, pongo el intermitente a la derecha y sigo adelante mientras queda atrás, en el retrovisor, el faro solitario de la pequeña moto. Dos chicos irresponsables, tontos y valientes, me digo perdiéndolos de vista. Ojalá lleguen a donde van. Ojalá lleguen todos. Arturo Perez ReverteEl Semanal 30 de diciembre de 2007

[Oscarin]

Sencillamente genial, cuantas palabras de sabiduria; Gracias por compartir una filosofia tan sabia!!!Un abrazo y si las circustancias lo permiten hasta Malaga,09Oscarin

[Susilastic]

Muy bueno el artículo El Kebir. Me ha tocado hasta bien adentro, será que yo también me hago vieja Saluditos

[evanin]

Paco, lo cierto que me emocionó cuando lo leí por primera vez, y hoy al leerlo me ha sucedido lo mismo. Por unos instantes me ví con 15 años en mi motilla montesa scorpion de 50cc. ¡Que tiempos y que recuerdos!

[barajasdemelo]

Me descrubro ante este escrito.

[julius madrid]

Fantástico, y además trae a la memoria buenos y malos momentos en moto. Gracias por compartirlo

[Maite]

Yo no he disfrutado de la moto hasta bien entrado en la treintena.Pero el artículo refleja a la perfección, las historias que Angel siempre me ha contado con mucha añoranza, sobre sus experiencias con las motos.Muy bonito Paco.

[Paco de Auville]

[El Kebir]

Paco ya ves, a estos tambien les gusta el Reverte, como a nosotros

[corchopan]

Buenas seres humanos!!!A mí a lo que me recuerda es a algo parecido pero no en moto, en bici. Aquellas "excursiones clandestinas" que me hacía por la tierra de mis padres y en cierto modo mía también, casi a partes iguales con mi Catalunya, que es Extremadura.La bici era mi novia, cargaba con ella allá donde iba. Ya fuera para ir a encontrarme con los amigos en la era, testigo de tantos y tantos partidos de fútbol a 40º de temperatura y sin desfallecimiento por parte de ninguno porque había que demostrar a las niñas que éramos muy machotes. Y quien chutara más fuerte, quien diera la patada más fuerte, más machote era. O a aquellas citas con mi novia en la ermita del pueblo, que era el sitio más fresquito del mundo y donde se podía beber la mejor agua. O para ir a pescar al Guadiana, o a cazar gorrioncillos en sus amplias alamedas o simplemente a lo que hoy en día llamaríamos a reflexionar y alejarnos del mundanal ruido, haciendo kilómetros y kilómetros y paseando por todos los pueblos de alrededor.La primera bici fue la Derbi "Deluxe", en color azul, una maravilla de la técnica para aquellos tiempos y dada la economía de mis padres, hasta donde podían alcanzar. La segunda fue "a plazos" y nunca mejor dicho. Fue una bici de carreras que yo mismo me fui comprando poco a poco y que fui construyendo con la misma ilusión que un niño de hoy en día construye...a decir verdad poca cosa construyen los niños de hoy en día pero de eso tenemos la culpa los padres y es otro tema. Primero me compré el cuadro, más tarde me hice con dos ruedas y luego la llevé a una casa de bicis para que me montasen el cambio. Hasta hace poco esa bici existía. Un parte de mí y de mi juventud seguía viva y presente para poder contar que aquellas correrías, que tan feliz me hicieron, son ciertas. Para hacérmelo recordar y arrancarme una sonrisa dibujando en mi cara la misma emoción que sentía en aquellos años de aventurero, donde yo era El Cid y mi bicicleta era Babieca, y estábamos dispuestos a conquistar las anchas tierras extremeñas.La tropelía que recuerdo con más viveza fue una vez que me fui con el Ciani, un amigo que vivía tres casas más allá de la de mi abuela. Tendríamos unos 13 ó 14 años y decidimos ir a "visitar" un pueblo que estaba a unos 9 kilómetros para provocar a los lugareños de nuestra edad y así tener motivos "constatados" para la siguiente pelea con ellos, "es que fuimos un día allí y nos pegaron". Hoy en día estas provocaciones se hacen por internet y no son tan "sanas" como lo eran aquellas. Hacía el calor normal que podía hacer un mediodía de agosto en Badajoz: 40º. Ya alcanzado nuestro objetivo de provocación y teniendo que salir como alma que se lleva el diablo del vecino pueblo, a lomos de nuestras bicis porque estábamos siendo apedreados por los lugareños rivales, decidimos volver a casa en vez de por la carretera que era más largo el camino, por lo que nosotros llamábamos la "pista". La pista no era sino un camino totalmente empedrado pero que tenía alguna que otra sombra y por supuesto más corto. Pero ete aquí, oh tristeza, oh dolor, oh campos de soledad, mustios collados, que la mala suerte se arrimó a mí y me cogió de la mano. La bici se me pinchó. Mi Babieca había sufrido un percance en una pezuña y su caballero andante tendría que hacer el resto del camino a pie. En casa se comía a las dos y eso era una regla inquebrantable. Las dos, las tres, las tres y media y Julián no aparecía. Mi madre ya de los nervios porque "este inconsciente se habrá metido en el río o en una acequia y se habrá ahogado". Ya sabemos como son nuestras madres. Y mientras tanto, el Ciani y yo caminando por la pista llevando a nuestras bicis por el manillar y pensando en la ensalada de ostias que nos iba a caer en cuanto pisáramos el umbral de casa. Todas aquellas que no nos dieron los lugareños del pueblo vecino porque echamos a correr. Cuando vemos aparecer a lejos una moto levantando una nube de polvo tras ella. Era el padre del Ciani, también Ciani para más señas. La cara que nos puso nada más ponerse a nuestro lado nos lo dijo todo, "cardenales me van a salir en la costillas en cuanto llegue a casa" pensé.Pues bien, en la sufrida Derbi "paleto" montó las dos bicicletas, nos montamos nosotros y se montó él. El casco ¿qué era eso? En cuanto entramos por la calle San Isidro, que era donde vivíamos, vi la imagen; mi madre con brazos en jarra y mi abuela atusándose el pelo para parecer que estaba peinada y diciendo con sus caras pero sin pronunciar una palabra, "Juliancito, en cuanto te bajes de la moto, la que te vamos a dar". Pues no, me equivoqué. No me pusieron una mano encima pero el castigo fue mucho peor. Destronaron al rey arrebatándole su caballo. Mi madre sin pronunciar palabra me metió a mí para adentro y se fue a la cocina. Salió de ella con una tijera y se fue directa a mi bici. Pinchó una rueda y siguiendo todo el recorrido de su circunferencia me la rajó entera. No contenta con ello, prosiguió con la rueda de atrás. Hubiera preferido la ensalada de ostias.Yo me encontraba desolado, ya no tenía mi bicicleta y todo lo que duró aquel verano me quedé sin ella. Como los chicos del Vespino hacían con la muerte a las diez de la noche en aquella carretera y con una cortina de agua, yo desafié, en este caso a mi madre y a mí me salió mal la jugada. Pensé que la vida era una partida de frontón, yo le envié un desafío y ella con un golpe magistral, uno de esos golpes que solo saben dar las madres, me arrebató todo mi poder, mi bicicleta.En más de una decena de ocasiones he comentado con mi madre entre risas, esta situación. ¿Cuántas veces comentarán los chicos del Vespino aquella noche entre ellos o con sus padres pasados unos años, después de que aguanten la bronca una vez hayan regresado a casa?Seamos realistas, nos hacemos viejos y todo aquello que hicimos en nuestra juventud y que ahora nos parece tan descabellado, lo harán nuestros hijos y nosotros les reñiremos o les castigaremos. Ya no digo darle unos azotes, todos aquellos que mi madre me dio y yo creo que en cada uno de ellos había un poco de su sabiduría, de su saber hacer y que al final me "inculcó". No estoy diciendo que fuera un niño maltratado, nada más lejos de la realidad pero en más de una ocasión alguna ostia me llevé. Y para ser sincero, viendo hoy que soy adulto las gamberradas que hacía, aún eran pocos los palos que mi madre me dio.Ahora nos damos cuenta de lo que hemos hecho sufrir a nuestros padres con nuestras tropelías. Ahora que las sufrimos nosotros. Por ello, desde aquí quiero agradecer a mis padres todo lo que han hecho para que yo hoy sea como soy. Y a buen seguro que si no lo han conseguido no ha sido por culpa de ellos sino por mi obstinación en no hacerles caso. Esa frase que en más de una ocasión alguno habremos dicho o como mínimo pensado: "Papa, tu que sabes de la vida moderna", ahora me doy cuenta de lo que sabían mi padre y mi madre de la vida moderna y de la no tan moderna.Siento la paliza que os he pegado para los y las valientes que han decidido leer esto. Pero era unos de esos momentos reflexivos, como aquellos que tenía con mi bici y que recordándolos hacen que vuelva a tener 14 años.Eso de que los ángeles viven en el cielo, es mentira. Mis ángeles han vivido junto a mí en mi casa y se llaman Julián y Fernanda y son mis padres. Éstos no tenían alas, o es que yo no supe verlas. Os quiero a los dos.Saludos

[3PA]

Julián, simplemente: ¡¡¡gracias!!!Como ya te he dicho en diferentes ocasiones, debes pensar en la idea de escribir algun libro, algun relato, lo que quieras, pero escribelo. Me ha encantado tu relato de juventud amigo, me ha hecho verme a mí mismo en muchas ocasiones, y me he emocionado.Un abrazo y un saludo

[ocmigue]

El articulo de Perez Reverte me ha gustado mucho y me he sentido identificado con el, era la epoca en la que yo tenia mi vespino GL y vivia montado en el. Pero Julian, el tuyo es sublime, me ha llegado al corazon, me ha echo reir, me ha entristecido, sencillamente genial, sabes narrar muy bien, ya he leido otros post tuyos y soy de la opinion de Roberto que deberias de tomarte lo de escribir un poquitin mas en serio.

[Oscarin]

Julián, simplemente: ¡¡¡gracias!!!Como ya te he dicho en diferentes ocasiones, debes pensar en la idea de escribir algun libro, algun relato, lo que quieras, pero escribelo. Me ha encantado tu relato de juventud amigo, me ha hecho verme a mí mismo en muchas ocasiones, y me he emocionado.Un abrazo y un saludo

Y digo yo: Kien no se a visto entre esas lineas cuando uno era mas joven? Rober, estoy totalmente de acuerdo contigo,es fantastico leer a Julian; Me encanta!!Gracias amiguete!!

[Maite]

Buenas seres humanos!!!Ahora nos damos cuenta de lo que hemos hecho sufrir a nuestros padres con nuestras tropelías. Ahora que las sufrimos nosotros. Por ello, desde aquí quiero agradecer a mis padres todo lo que han hecho para que yo hoy sea como soy. Y a buen seguro que si no lo han conseguido no ha sido por culpa de ellos sino por mi obstinación en no hacerles caso. Esa frase que en más de una ocasión alguno habremos dicho o como mínimo pensado: "Papa, tu que sabes de la vida moderna", ahora me doy cuenta de lo que sabían mi padre y mi madre de la vida moderna y de la no tan moderna. Mis ángeles han vivido junto a mí en mi casa y se llaman Julián y Fernanda y son mis padres. Éstos no tenían alas, o es que yo no supe verlas. Os quiero a los dos.Saludos

Es ley de vida. Creo que llegamos a ser las personas que somos, principalmente por el cariño y la educación que recibimos en la familia, y creo que en muchos casos no hay "culpables", los padres han de querer y educar a sus hijos, pero también dejar que crezcan y consigan ser lo que quieran ellos.Seguro que están orgullosos de tí, sobre todo cuando les dices lo mucho que los quieres y que tú también estás orgulloso de ellos.Muy buen relato.