DmD 2009 – República ChecaQuiero dedicar este relato a Antonio y Catique no pudieron asistir a este viaje, muy a su pesar.Esperamos que Cati esté ya totalmente recuperada.Un año más, en torno a mediados de junio, se ha celebrado el DmD “Deauville meets Deauville”, esta vez en una pequeña localidad de las Montañas Gigantes, al norte de la República Checa, llamada Pec Pod Snezkou por estar asentada a los pies de la montaña Snezka de 1602 m. de altura.La participación española en este encuentro ha sido bastante alta, teniendo en cuenta la enorme distancia a recorrer, de 2.500 a 3.200 kms. dependiendo del lugar de origen: en total siete motos y once personas. Si tenemos en cuenta que este año sólo (digo sólo porque lo habitual es que participen de 180 a casi 300 personas) han asistido al DmD cien personas, podemos decir que la asistencia española ha sido bastante meritoria, más del 10% si no me fallan los cálculos. De las siete motos españolas, cuatro eran Deauville y tres “pulpos”, en concreto distintos modelos de BMW.Los participantes éramos, por orden alfabético: Andresín de Casares en Málaga, Aguoter o Juan Carlos y su MDR Mari Carmen de Madrid, Carlos de Madrid, Evanin o Javier y su MDR Eva de León, Rayorojo o Manuel de Benavente, Raulville o Raúl y su MDR María de Madrid y Torrot o Miguel y su MDR Sonia, también de Madrid.Raúl y yo preparábamos este viaje con la ilusión de todos los años. Él se encargaba de organizar el viaje con los otros participantes españoles, de la revisión y preparación de la moto, nuestra inseparable “rubia”, de descargarse los mapas en el “tomto-rrón rider”, mientras que yo ultimaba detalles más caseros y me escribía con los portugueses, los griegos y los italianos, dándoles ánimos para el viaje y explicándoles cuándo salíamos y llegábamos a la República Checa.El viaje lo hicimos en tres días, tanto a la ida como a la vuelta, pero en el regreso, algunas parejas que disponían aún de unos días de vacaciones, con muy buen criterio, tiempo y ganas, volvieron ruteando y haciendo un poco de turismo. Para los que, por desgracia, no nos quedaban días, el viaje tuvo que hacerse en tres días a una media de 820 – 840 kms. por día.La ida la hicimos por la Junquera, porque nos habían explicado que atravesar Francia desde la zona de Burdeos hasta la zona fronteriza con Alemania, implicaba recorrer casi 300 km. por carreteras más comarcales. Teniendo en cuenta que no contábamos con mucho tiempo, decidimos ir por la zona catalana para poder viajar todo el tiempo por autopista, recorriendo bastantes kilómetros al día sin grandes complicaciones. Una vez en Pec Pod, nuestros entrañables amigos portugueses, Sergio y Luisa, nos explicaron que las carreteras del interior de Francia eran autopista en casi todos los tramos a excepción de unos 100 – 150 kms., por lo que decidimos regresar por la zona vasca de Irún, para ahorrarles kilómetros a los de León y Benavente, y así de paso evitar la zona del sur de Francia, que está azotada, algo así como el 99,9% de los días, por el “mistral” -un vientecillo asqueroso que arrasa esa zona haciendo las delicias de los pobres y sufridos moteros, como os podréis figurar-.He estado leyendo un poco los relatos de nuestros compañeros de viaje, Rayorojo y Evanin... y me ahorraré algunos detalles para evitar ser repetitiva, pero como ellos relataban, el viaje fue bueno, salvo por pequeños contratiempos como la lluvia y el viento a la ida, el tema de la rueda de la moto de Rayorojo y del embrague de la moto de Carlos (que afortunadamente fueron solucionados de forma satisfactoria), y el calor agobiante a nuestro regreso. Dormíamos en hoteles de la cadena Etap, que estaban limpios, no eran muy caros y nos permitían descansar y reponer fuerzas para los kilómetros venideros.Solíamos cenar en restaurantes cercanos y en la mayoría de los casos, tuvimos suerte con la elección del restaurante o con el que nos tocó en suerte. A la ida, en Friburgo, Alemania, cenamos estupendamente en una pizzería y a la vuelta, como ésta estaba cerrada, cenamos en un asiático (no sin cierto temor por parte de todos), que resultó ser un éxito, salvo por la sopa “al limón o al fairy” que se pidieron Andresín y Carlos, que les hizo saltar las lágrimas de lo ácida que estaba y a los demás las lágrimas de risa viéndoles comerla. El restaurante de Périgueux, a la vuelta, ubicado en pleno casco antiguo, consistente en una terraza en un patio fresco y sombreado, resultó ser también un acierto de elección.

Aunque pasados por agua, llegamos a Pec Pod Snezkou un domingo por la tarde, satisfechos y orgullosos después de la pechada de kilómetros, y emocionados ante el paisaje idílico que habíamos podido vislumbrar durante los últimos cien kilómetros, ya camino del hotel. Esa misma tarde nos registramos oficialmente en el DmD2009.El primer día nos lo tomamos de relax y aprovechamos para conocer el pueblo, pasear un poco los ratos que no llovió (la verdad es que el tiempo se portó bastante bien esa mañana y sólo estuvo nublado), hacer algunas compras, entre ellas de chubasqueros y forros polares para el frío y la lluvia, y montar en una especie de montaña rusa manual, en la que tú mismo te guiabas y bajabas a la velocidad que más te molara. Ahí descubrimos que Sonia era una amante apasionada de la velocidad, un poco “kamikaze”, que casi se lleva por delante al pobre Manolo.


Después, terminamos donde solíamos acabar casi todas nuestras aventuras cotidianas, en un restaurante, sentados ante una buena jarra de cerveza checa, que está deliciosa y no se te sube nada a la cabeza por más litros que te metas al cuerpo. Nos metimos a comer en un restaurante llamado “Verónica”, lo cual dio juego para bautizar a la única camarera del restaurante, una rubia dulce y bastante eficaz, que nos atendió bastante bien todas las veces que fuimos a su restaurante. La “Verónica” no estaba exenta de cierto misterio, pues la vimos más de una noche sentada sola ante una copa en la esquina de la barra del bar del hotel, en el piso 18. Yo creo que le gustaba alguno de los camareros del bar, pero quién sabe...


En fin, después de una opulenta comida checa en la que probamos platos, sin saber muy bien qué es lo que habíamos pedido, decidimos regresar al hotel para echarnos una siesta o ir al SPA del hotel un rato. El SPA estaba muy bien: tenía piscina, jacuzzi, sauna, solarium, gimnasio, hasta una bolera y un bar/café.Tras una sesión relajante de SPA y una pequeña siesta, nos volvimos a reunir todos para ir a cenar. Esta vez caímos en otro restaurante regentado por otra camarera rubia, algo más entrada en añitos, pero igual de eficaz y profesional que la “Verónica”. Gracias a ella, volvimos a disfrutar de una cena bastante agradable entre bromas, risas, anécdotas... Regresamos al hotel escoltados por la lluvia y el viento y algunos se atrevieron con una última copa en el bar del vestíbulo del hotel, mientras que otros se recogían en sus habitaciones.Al día siguiente, se iniciaba la primera ruta. Nosotros habíamos elegido como guías a Patrick y Werner de Bélgica, pues les conocíamos de otros DmD y sabíamos que eran muy divertidos y majos. En nuestro grupo se apuntaron también los franceses y los griegos. Resultó ser un grupo muy mediterráneo y variopinto.El primer día de ruta, el martes, como el tiempo era bastante malo -llovía y hacía un día desapacible-, los organizadores decidieron que la primera ruta de todos los grupos se hiciera, en lugar de por la montaña, por la zona de la planicie checa, conocida como el “Paraíso de Bohemia”. Ciertamente, era un paraíso, todo verde, con suaves colinas, bosques frondosos, praderas muy hermosas y cursos caprichosos de ríos que bordeaban y serpenteaban la carretera de tanto en tanto. Atravesábamos pueblos como dormidos y deshabitados, con casas más o menos cuidadas, gallinas que picoteaban en algunos jardines, caballos y ovejas que pastaban en los campos... Me sorprendía ver pequeñas piscinas prefabricadas o hinchables instaladas en muchos de los jardines. Llegué a la conclusión de que la gente de aquellos lares, el día que no se mojaba con la lluvia, decidía mojarse en la piscina.En general nos encantaron el paisaje y la carretera, con bastantes curvas y relativamente tranquilas de tráfico, el asfalto por lo general no solía estar en muy mal estado, aunque algunos tramos cogíamos pequeñas carreteras tan estrechas, llenas de baches y descuidadas que te hacían pensar que nos habíamos perdido en el corazón más recóndito de Bohemia.


Hicimos una parada en una pequeña población junto a un embalse con un puente y una entrada medieval, como de castillo de Exin. Allí nos hicimos unas fotos. La siguiente parada fue para comer. El guía se despistó -o bien tenía mucha hambre- y nos paró en una tasca de pueblo que no estaba prevista en la ruta. La verdad es que fue una comida alucinante, en lo más profundo de Bohemia. La tasca era de lo más rústica. Atendían al público un adolescente y un hombre de quizá cuarenta años, con un poco de calvicie y una buena tripa. Afortunadamente, salió otro joven que chapurreaba un poco de español y nos ayudó a enterarnos más o menos del menú del día: una sopa de verduras e hígado, muy buena, pero que a los pocos amantes del hígado no les gustó en absoluto, y un plato de pasta, pequeñas caracolas, con bacon y algo de verdura, al dente e incluso poco cocinada y algo churruscada. La verdad es que estaba también bueno, era todo muy hogareño y típico. Lo mejor de todo fue el servicio de los camareros. Los platos que nos ponían eran cada uno de una vajilla distinta, todo muy casero, y la sopa, en lugar de ser servida desde una sopera o cazuela con un cucharón era traída en una especie de tazones grandes para ser vertida a los platos. Tuvimos que hacer fotos e inmortalizar aquel momento único.Eran algo así como las 12.15 – 12.30 de mediodía cuando comimos. Los españoles nos adaptamos al horario internacional, por si las moscas, no fuera a ser que al final no probáramos bocado. Los griegos se negaron a comer a esa hora: solían desayunar hasta las trancas en el hotel y a esas horas no les entraba bocado..., por lo que uno de los guías, Werner, se los llevó hacia el siguiente punto de descanso, que era donde estaba el restaurante en el que teóricamente tendríamos que haber comido (un restaurante mucho menos típico que aquél en el que estuvimos comiendo).Después de la comida seguimos ruta, pero el tiempo era horroroso y cada vez llovía más. Llegados al restaurante o punto de encuentro, nos tomamos un café caliente y nos dispusimos para regresar al hotel. No pudimos concluir la ruta programada, porque llovía demasiado y no íbamos a ver nada. Llegados al hotel, nos retiramos al SPA y habitaciones para recuperarnos del cansancio del día.A las siete había barbacoa. Como habíamos comido pronto, teníamos apetito. Antes de la cena, mientras seguíamos degustando la cerveza checa, la alcaldesa de Pec Pod Snezkou vino a darnos la bienvenida y el equipo organizador del DmD dio las gracias a todos los asistentes así como a los principales organizadores del encuentro. Como las charlas eran en alemán, Helmut, el principal organizador del DmD me pidió que trasladara el mensaje de su inglés germanizado a un inglés algo más comprensible, al francés y al español. Así es que, para mi gran vergüenza, tuve que ponerme ante el micrófono a traducir y agradecer a todo el mundo su asistencia al DmD. Menos mal que el público era muy agradecido y nuestros chicos me aplaudieron y animaron mucho. Los franceses me dijeron que habían entendido mi versión inglesa y que podía ahorrarme el discursito en francés y la mujer de Werner me dijo que se había emocionado hasta las lágrimas con mis palabras de agradecimiento, mucho más que cuando las había oído en boca de los alemanes...Me presentaron a la alcaldesa, una mujer joven y muy maja, conductora de una Harley, y me explicó que allí llovía mucho, por lo que no debía sorprendernos en absoluto que hiciera tan mal tiempo. Así se lo hice saber a todos los españoles para darles ánimos, pues no hacían más que decir “si es que somos unos gafes” y “parece que ya está abriendo, ¿no?”, cuando el cielo se iba oscureciendo cada vez más....

Después vino la cena de barbacoa interior (con la lluvia y el frío era impensable hacer una barbacoa al aire libre), bastante original y buena, tipo buffet, para que cada uno pudiera servirse y comer todo lo que quisiera. No estuvo nada mal. Comimos todo lo que nos apeteció y más, hicimos y nos hicieron fotos, y luego llegó la hora del baile. Como ese día era el cumpleaños de Javier, me pidieron que hablara con los músicos para que le cantaran el “Happy Birthday”. Los músicos eran dignos de una película de Fellini, vaya personajes pintorescos. La chica tenía voz de hombre, cuando quería, por lo que al principio, como estaba en una zona en penumbra y oculta detrás de un atril y micrófono, yo no sabía si era un muchacho joven con media melena o una mujer... en ese momento, cantaba con voz de tío. El repertorio que tocaban era un poco penoso, por no decir que muy poco marchoso. Aún así, después de cantarle el “Feliz, feliz en tu día” a Evanin, que se sonrojó hasta las orejas, el pobre, nos animamos a echar unos bailes, porque los músicos tocaron algo de música española en nuestro honor: el “bamboleo” y algún que otro tema de los años sesenta... ¡vaya marcha!Cuando se fue retirando la gente, Javier nos dijo que nos invitaba a una copa en el bar de la planta 18 para celebrar su cumpleaños. Subimos al bar y allí pedimos un mojito gigante. Nos lo sirvieron lleno de pajas muy largas para que pudiera ser compartido entre varios. Creo que fue uno de los mejores momentos de la velada. Empezamos a tirar de pajitas, beber, contar chistes... Manolo nos sorprendió con su capacidad para no soltar la pajita, con lo que entre él y otros tantos que luego confesaron, el mojito se terminó en un santiamén (como diría el chiquito, “por mis muertos, que nunca vi fulminar así un mojito”). Miguel nos echó la bronca, porque dijo que no habíamos agitado apenas el mojito y que no habíamos entremezclado bien los ingredientes, así es que pedimos un par de mojitos más y ésta vez, Miguel tuvo la paciencia de agitar todas las pajitas, lo cual dio juego a muchas risas y bromas, como os podréis imaginar, para mezclar bien los ingredientes del mojito. Mientras, Carlos nos sorprendió con su faceta de “cuenta-chistes”, así como Miguel, por no hablar de Andresín, del que ya conocíamos esa faceta tan chistosa.En resumen, cayeron tres mojitos, nos reímos un montonazo y los alemanes que estaban en el bar fliparon con nosotros y nos hicieron algunas fotos. Fue realmente divertido. La nota triste la puso una gota de mojito que saltó entre lucha de pajas al ojo derecho de Sonia. Casualmente, Sonia había tenido una lesión en la cornea de ese ojo unas semanas antes del viaje y, al saltarle la gotita en cuestión, se le empezó a irritar el ojo. Al cabo de dos días, nos comentó que le lloraba, escocía y molestaba desde esa noche y que se estaba echando gotas de suero para aliviar el escozor, pero luego pasó muy mala noche y finalmente, el viernes, ella y Miguel se fueron a un centro médico para que se lo mirasen. Consiguieron hacerse entender, le estuvieron mirando y estudiando el fondo de ojo, y al final se lo taparon y le pusieron un tratamiento de colirios. Para nuestro alivio, su ojo fue mejorando por días y, cuando nos separamos de ellos el domingo, ya iba muy bien.Al día siguiente, a las 8.30 a.m. estábamos en la puerta del hotel, listos para subir al autobús que nos llevaría a Praga. Teníamos un guía checo pluriempleado (trabajaba de DJ y locutor en la radio) que, según me explicó Helmut, hablaba, además del checo, alemán, polaco, ruso, eslovaco, inglés. Helmut me pidió que tradujera para los españoles y griegos, pero como Cristina la mejicana/griega habla también inglés, no fue necesario, ya les traducía ella directamente.

Tengo que confesar que, al principio, intenté ir traduciendo a nuestros amigos lo que explicaba el guía, pero al cabo de unos kilómetros, a la media hora quizá, ya me había agotado. Era un guía bastante petardo que se soltaba unos rollos alucinantes. Nos contaba historias sobre cada pueblo que pasábamos, pero no eran anécdotas históricas o divertidas, sino datos como “en este pueblo hay X fábricas de papel y tejidos” y bla, bla, bla, y “viven X personas”, y “a la izquierda” está la torre del Ayuntamiento, y la mitad de las veces se liaba y la izquierda era la derecha... con lo cual cuando nos queríamos dar cuenta, ni rastro de la famosa torre del Ayuntamiento. En fin, que al rato, estábamos todos agotados de escucharle. Andresín se echó unos sueños y unos ronquidos (llegamos a pensar que se había tragado una Harley) a su salud. Todos nos quedamos sopa un rato y a todos nos dio dolor de cabeza, vaya plasta de tío. Aunque sea adelantarme, os contaré que para rematar el día, cuando volvíamos ya de Praga y habíamos conseguido que se callara un rato el guía, andábamos todos un poco torrijas, sobando un ratillo, cuando pasa Helmut pidiendo propina para darle al guía. Le echamos unas monedas y el tío va y se emociona y empieza a hablar de nuevo para rematarnos. De repente, se lía a hablar sólo en alemán, ya no traduce al inglés, y suelta un “speech” político, por lo que logramos deducir y entender... porque creo que los checos no le tienen demasiado cariño a los alemanes. En fin, una pasada de guía...Por lo demás, el viaje a Praga se nos hizo largo, tardamos casi tres horas, pues hicimos parada para beber y echar unos pises, y como estábamos a unos 170-180 km. de Praga, la visita a esta ciudad fue “visita exprés”, nunca mejor dicho. Nos llevaron al castillo, precioso y con unas vistas de la ciudad espectaculares, pero como no habíamos pagado entrada (costaba 15 euros), no pudimos entrar a ver la catedral de San Vito, la capilla de San Jorge o el “callejón dorado”, que creo son todos preciosos... Para colmo, volvemos al bus y resulta que parece que se han perdido uno de los griegos, Lefteris, y Helmut. El guía se va a buscarles. Perdemos media hora entre busca que te busca, llama que te llama. Al final, viene Helmut. Lefteris se unirá al grupo más tarde en otro punto de Praga.



Nos llevan hacia el centro y nos dicen que quedamos frente a la estatua de San Wenceslao en algo así como una hora y tres cuartos. A todo esto, son las dos y media de la tarde y aún no hemos comido. Como hemos leído que en Praga son típicos los puestos callejeros de perritos calientes, paramos en el primero que vemos y nos tomamos unos perritos, muy buenos, para matar el hambre y no tardar mucho en comer. Después de parada técnica para pises, un helado y demás, seguimos hacia el centro. Como no tenemos casi tiempo, tenemos que caminar de la forma más directa para intentar visitar al menos la plaza antigua con la torre del reloj del Ayuntamiento y el puente de Carlos. Conseguimos llegar a ambos puntos y hacernos unas fotos, pero tenemos que volvernos en seguida. Queremos mirar algún regalo y no nos va a dar tiempo a nada. Es todo tan bonito y desgraciadamente hay tan poco tiempo...Raúl me consuela: que si ya sabíamos que apenas íbamos a ver Praga, que ya haremos otro viaje exclusivamente a Praga para visitar esta ciudad tan bonita y antigua... Me consuelo pensando que algún día volveré y luego nos consolamos entre todas las chicas para darnos ánimos... pensábamos que Praga estaría más cerca y que tendríamos más tiempo para visitarla...Regresamos al hotel, pero como ya es tarde para los restaurantes de ese país, nos tenemos que ir en seguida a cenar y luego rematamos con una copa en el bar del vestíbulo del hotel. Acabamos en la piltra, intentando recuperarnos del cansancio del día...Aquí tengo que hacer un paréntesis para despotricar un rato de los hoteles de montaña de la República Checa, que no conocen la existencia de las persianas y las cortinas tupidas para impedir que entre la luz desde primeras horas del amanecer... Todos los españoles, a excepción de Andresín, que es un “monshtruo”, como él dice, nos despertábamos todos los días a eso de las 4 o 5 de la madrugada, porque entraba una luz en la habitación como si fueran ya las 8 de la mañana. Nuestra habitación, para acabar de rematar, estaba orientada hacia el este, o sea, un desastre, y daba igual que el día estuviera nublado, allí entraba una luz que no te dejaba ya dormir. Creo que ha sido una de las vacaciones en las que menos he dormido por culpa de la maldita luz. Moraleja: para la próxima nos compramos un antifaz y nos lo llevamos al viaje, así ya verás si dormimos o no.El jueves y el viernes, afortunadamente, hizo buen tiempo, lo cual no quita para que nos lloviera algún rato, sobre todo al entrar en Polonia. Ambos días, la ruta fue por montaña y entramos en Polonia por distintos puntos. Curiosamente, en cuanto cruzábamos la frontera, y a veces casi ni nos enterábamos porque con esto de la UE uno ya no sabe casi en qué país anda, nos metíamos en una nube. Las nubes se agarraban a la montaña y nos acompañaban un rato. Luego, ya se despejaba y, cuando no llovía un poco, llegaba a salir el sol.Tengo que confesar que lo que vimos de Polonia nos gustó mucho, al menos a Raúl y a mí. Al movernos por el sur del país, como ocurre en todas partes, en la zona del sur suele haber mucha vida. La gente paseaba por la calle, aun con lluvia, y todo estaba muy animado. Una de las veces paramos en un hotel polaco a tomar algo y nos aceptaron que pagáramos en euros y nos trataron con mucha amabilidad, incluso nos pusieron música de Julio Iglesias...

Las rutas del jueves y viernes fueron muy agradables. El viernes paramos a comer en un pueblo con muchas tiendas y aprovechamos a comprar algún regalo de recuerdo. Había tiendas de cristal de Bohemia preciosas. Incluso vimos una fábrica de vidrio, por una puerta trasera nos asomamos y les vimos trabajando el vidrio, una maravilla. Ese día la ruta concluía en la frontera entre Polonia y la República Checa. Nos agruparon en un aparcamiento para hacer la foto de grupo a todas las motos y, después nos escoltó la policía de vuelta hasta el hotel. Fue un desfile de motos muy bonito y tranquilo, tanto que algunos de nuestros chicos confesaron que un poco más y se duermen...


El jueves por la noche se celebraba la cena de Honda Deauville. Era una cena tipo buffet, bastante parecida a la barbacoa del martes, también con baile (los mismos músicos que daban pena). Pero esta vez, se hizo un sorteo de algunos pequeños regalos y dos fueron a recaer sobre algunos españoles: a Miguel y Sonia les tocó un camión de juguete, muy bonito en miniatura y a Manolo un botiquín para la moto. Los portugueses hicieron una presentación para el DmD2010 en Lisboa. Me pidieron que les ayudase con el inglés e hice una pequeña introducción para los asistentes. Después, pusieron un DVD (lástima que no se oía la música de tipo fado portugués) con una presentación muy currada y muy bonita de Portugal en general y luego la planificación de rutas para la kedada, los hoteles de la zona... Creo que este DmD es de lo más tentadores y a los españoles nos pilla muy cerca. Se celebrará del 9 al 13 de junio inclusive, pero las rutas están programadas del jueves 10 al domingo 13.Sergio y Luisa, que han trabajado con mucho ahínco en este proyecto, estaban emocionados. Nos preguntaron si creíamos que asistirían muchos españoles y les dijimos que era muy probable que sí. Nos regalaron a todos, españoles, griegos, italianos, belgas, franceses, alemanes, ingleses... un DVD para que lo colgásemos en nuestros foros nacionales. Un encanto de gente.Esa noche asistieron también a la cena los italianos. Este año apenas pararon esa noche en Pec Pod para la cena. Tuvimos ocasión de ver a Pino, al cual muchos ya conocéis y a otros italianos que conocíamos de Dolomitas y de Luxemburgo. Fue muy grato volver a verles.El viernes cenamos en el restaurante de la “Verónica” y después, subimos a despedirnos al bar del piso 18 (en el del vestíbulo había una fiesta particular, con mucha mejor música que nuestras cenas y fiestas, todo hay que decirlo). En el piso 18, estábamos todos los deauvilleros de la kedada. Nos sentamos a tomar unos mojitos, esta vez individuales, y fueron desfilando amigos alemanes, belgas, ingleses... nos fuimos despidiendo prometiendo vernos al año que viene en Portugal.El sábado era nuestro último día en Pec Pod y nos propusimos el desafío de subir a la cima del Snezka. Un alemán de la kedada nos había avisado de que había bruma, lo cual no nos arredró y decidimos subir. Después de recorrer una buena subida hasta el telesillas, subimos a éste. Constaba de dos tramos. El primer tramo fue bastante llevadero, aunque a medida que subíamos hacía cada vez más frío. El segundo tramo fue intolerable de frío: nos metimos entre las nubes y el frío era tan húmedo que se te metía hasta los huesos. Llegamos helados pero orgullosos de nuestra hazaña. Algunos nos asomamos y ascendimos hasta la cima, el límite entre Polonia y la República Checa. No veíamos nada, estábamos metidos en la niebla, pero daba igual, allí estábamos a 1.602 metros de altura, junto a una vieja ermita de madera del siglo XVI, que estaba en proceso de restauración. Nos hicimos las fotos de rigor para testimoniar nuestra presencia y fuimos al café a tomar algo caliente y recuperarnos un poco del frío.



El descenso fue más agradable, cada vez notábamos menos frío y además, las nubes se desplazaban por momentos y nos dejaron ver la cumbre del Snezka, una preciosidad. Lástima que nuestra cámara se hubiera estropeado. Se nos estropeó el día de Praga y creemos que la avería fue consecuencia de la continua humedad a la que se había visto sometida. No pudimos inmortalizar ese momento.Bajando hacia el pueblo, paramos en una “Penzione”, como allí las llamaban, con restaurante, que resultó ser muy bonita y en la que comimos muy bien. Después, regresamos al hotel, donde hubo sesión de SPA, siesta y preparación de maletas, pues al día siguiente iniciábamos nuestro regreso.Nos reunimos en el vestíbulo del hotel y bajamos hacia los restaurantes del pueblo. Como no teníamos mucha hambre, nos metimos en una pizzería a cenar. Compartimos unas pizzas y cervezas, charlas y risas, y volvimos al hotel, donde cayeron las últimas copas antes de retirarnos a nuestras habitaciones. Nuestro viaje iba llegando a su fin.

A la vuelta, el tiempo fue estupendo, sólo nos llovió un poco al salir de Pec Pod y por la República Checa, pero en Alemania, empezó a despejarse y tuvimos que parar a quitarnos los trajes de agua porque nos cocíamos, literalmente. El calor húmedo de Alemania y Francia resultaron un tanto agotadores y en España, pese a cruzar el País Vasco y Burgos, también hacía un calor fuerte, que nos acabó de agotar. Quizá fuera lo que peor he llevado de este viaje, el calor a la vuelta, y un ligero dolor de rodillas, sobre todo el último día, pese a llevar rodilleras, pero claro, eran muchos días de moto y muchos kilómetros de viaje... Ahora, decir que en cuanto llegué a casa, me di una buena ducha y dormí en nuestro maravilloso colchón de viscoelástica, se me pasaron todos los males y al día siguiente estaba como nueva.Creo que el viaje fue estupendo y en general el balance fue bastante positivo, pues no hubo percances muy graves y la convivencia fue bastante buena, para ser tanta gente de lugares tan dispares y con caracteres tan distintos.Quiero disculparme con nuestros amigos españoles, pues quizá no siempre pude ayudarles con el tema del idioma y traducir todo lo que querían, pero éramos muchas personas y a veces resultaba difícil hacerse entender, atender a todos, entender todos los términos, por no hablar de aguantar las charlas del guía petardo de Praga... Confío en haber servido de ayuda (intenté ayudar todo lo que pude) y que no hayan quedado muy decepcionados, uno hace lo que puede, también traducir puede resultar agotador y al fin y al cabo, se supone que estábamos de vacaciones, aunque yo curré un poco con el tema de estar siempre traduciendo, pero de verdad lo hice con gusto y espero que nuestros amigos quedaran satisfechos de forma general.Agradecerles a todos nuestros amigos y acompañantes los buenos ratos pasados y deciros a todos los que leáis este relato, que esperamos que al año que viene os animéis a apuntaros al DmD, pues se va a celebrar a la vuelta de la esquina, como quien dice, y va a ser en una zona preciosa, acompañados de nuestros encantadores amigos portugueses, sobre todo Sergio y Luisa, a quienes dedico un saludo muy cariñoso. Confío en que Luisa esté mejor de su pie para 2010 y que pueda rutear con Sergio en la moto, junto a muchos de nosotros.Gracias por vuestra paciencia y hasta el próximo DmD. Vssssssssssssss.
